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“Yo he tenido que comprar el jabón industrial, el que venden detallado en las bodegas, y con ese lavo los platos, le coloco a la ropa en la lavadora, y hace dos semanas, que se me acabó el último pote de champú, no tuve otra opción que lavarme el cabello con eso, y así quede calvo voy a seguir utilizándolo, porque no pienso volver hacer colas de hasta tres horas por un champú o pagar el cuádruple de su precio justo”, contó en un tono chistoso José Vicuña, residente de la avenida El Milagro.
La realidad de José se extrapola a muchos hogares marabinos, donde el día a día transcurre en comprar a los revendedores, hacer colas en los supermercados o poner a prueba el ingenio para encontrar “sustitutos” de los productos de higiene personal y del hogar que escasean en los anaqueles.
En Monte Claro, Karen Troconis le acabó las toallas húmedas a su niña, de un año, porque el período mestrual se le adelantó dos semanas. No tenía toallas sanitarias y los protectores diarios, que los convirtió —durante el mes anterior— en extra gruesos, uno arriba del otro, también desaparecieron. “Sacaba las toallas húmedas de 10 en 10 y las ponía frente al ventilador, luego que se secaban, las apilaba y las utilizaba como toallas, pero muchas mujeres han optado por el papel higiénico, y hasta papel absorbente”.
La casa de Juan Carlos Rincón, en el sector Valle Frío, tiene tres baños y su esposa, Marlene de Rincón, buscó un plan B para el jabón de tocador. El jabón azul o de pasta, como también se le conoce, lo divide en tres mitades iguales. “Tengo un mes completo que no logro conseguir el jabón de baño y prefiero comprar revendido el de pasta a 70 bolívares, que rinde para todos, que uno solo por 120 bolívares y solo alcanza para un baño”.
La creatividad en la vivienda de los Rincón se pone al límite mientras más les cuesta adquirir los llamados “regulados”. La hija mayor ha optado, en ocasiones, por el bicarbonato como desodorante, pues la última vez que compró, pagó Bs.350 por uno en aerosol.
“Mi esposa ha dado coleto con agua con conchas de piña, mandarinas secas y clavitos. Eso lo hizo una vez, porque no se conseguía el desinfectante. La casa olía al propio cóctel de frutas, yo le dije que iba atraer a un montón de hormigas”, detalló Juan Carlos.
Las mamás con los bebés han sobrepasado la perspicacia y se han graduado de ingeniosas. “Para la pañalitis maizena (almidón) y para combatir el calor del bebé, si no tenemos talco, y si no hallamos pañales convertimos las toallas clínicas en pañales para los niños”, detalló Marisol Fuenmayor, residente de Bella Vista.
En las colas de los supermercados los cuentos son imparables. Frente a la escasez de algunos rubros como el papel higiénico han salido a flote servilletas, papel absorbente, o simplemente darse un “buen baño”, como cuenta Gilberto Rodríguez, quien diseñó los pañales para su madre con los sobre de camas y suficiente cinta adhesiva. “Aunque tuve que pedirle un récipe al médico para que me vendieras los sobre de cama, con eso he resuelto los últimos meses. Los poco pañales que consigo prefiero ponérselos en la noche, que aguantan un poco más”.
El detergente ha sido sustituido por el jabón de pasta rallado, o por el industrial, incluso en algún caso por el champú, para la ropa interior. “En casa lo que ha sobrado es creatividad. Sobre todo con las alternativas para tener la ropita limpia”, dijo Gladys Paz, de San Francisco.
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