Joel Quintero
Panorama.com
“Sería maravilloso que los alumnos recibieran las clases en sus hogares, o que se pudiera implementar las innovaciones en favor de la educación”, afirma con emoción el sacerdote José Severeyn, párroco de Santa Lucía y director de la Unidad Educativa Santa María Goretti, una institución en la que no ha sido posible incluir con fuerza las nuevas tecnologías en la formación académica ante lo que su director describe como “situaciones socioculturales”.
“El Ministerio de Educación prohibió los celulares”, resalta el padre Severeyn, preguntándose entonces “¿cómo podemos ser pioneros en la tecnología para la transmisión educativa?”. Los procesos educativos en las instituciones buscan la interacción entre los alumnos y los profesores, aunque “hay profesores y directores que aún están en esa tónica antigua, afirmó.
“El joven cambia. La educación es muy difícil porque no tenemos soporte por parte de los representantes, que apoyan cualquier cosa que hagan los alumnos por muy negativa que sea (…) ya que tú tienes nueve materias quebradas, lo único que puedo hacer yo es regalarte un carro”, expresa el padre.
Cátedra para los representantes
El sacerdote exhorta a los representantes a enfocarse en su propia formación, argumentando que “cuando se casan, al recibir a sus hijos, no tienen la menor idea de cuáles son sus deberes como papá y mamá. Los culpables de la situación en los colegios también son los padres. Aquí hay representantes muy conocedores de cuáles son sus deberes, y sus hijos funcionan perfectamente (…) existe una situación a nivel mundial de violencia estudiantil. La dificultad que hay es que los padres no apoyan”.
“Que dejen a los alumnos en la casa y asistan los padres al colegio. Para mí, los alumnos son buenos. No creo de entrada en alumnos malos. Los papás no terminan hoy en día de enseñar a los hijos a que se enamoren de sus casas, por eso se enamoran de la calle. Entonces ni para comer en la casa. Van y comen en la calle. Enseñen a sus niños a enamorarse de sus hogares”, recalcó.
“Algunos adultos viven amargados, tristes, desconsolados, angustiados, nerviosos. Hoy en día los jóvenes tienen una capacidad mental superior a la de sus padres. El papá no tiene la capacidad de analizar la situación de sus hijos hoy en día. Comunicación, interacción, confianza”.
También advirtió sobre la existencia de un conflicto generacional. “Los papás comenzaron por no entender a los hijos. Antes los hijos se dirigían a sus padres como papá y mamá, después papi y mami, y ahora les hablan por su nombre. Eso hizo que se fuera perdiendo el respeto”. “El respeto no es miedo. El verdadero respeto es la valorización que se hace de las personas. Los papás para uno tienen que ser especiales.
Los papás de uno son los mejores (…) la adolescencia es una etapa difícil. Es una crisis. Muchos jóvenes quieren tener económicamente lo que sus padres han conseguido con años de esfuerzo. Quieren tener todo sin nada de trabajo, entonces reaccionan amargamente ante los padres, quienes no les enseñan a valorar el trabajo, el esfuerzo y la puntualidad”. Del mismo modo aseguró que mantener la estabilidad educativa no implica tener que hostigar a nadie. “Aquí buscamos mantener ese orden, y si lo logro es porque se convence. El orden y la disciplina sólo se pueden establecer a base de convencimiento, no a base de imposición, al antiguo estilo”.
Otras experiencias
En unidades educativas como Los Apamates, los niños disponen de laboratorios de computación donde trabajan la informática. Pero desde segundo grado ya tienen equipos personales como tabletas o celulares, afirma Yeiriluz Gil, orientadora de la institución. “Entre cuarto y quinto grado ya se ven los teléfonos de última generación”, expresa.
“El inconveniente es la información desvirtuada que les llega (…) están recibiendo información a la edad inadecuada. Algo que ellos aún no pueden manejar, que no les corresponde, asegura Mariela Aponte, psicopedagoga de la Unidad Educativa El Nogal.
El dar la oportunidad a los alumnos para “poder utilizar la tecnología en detrimento de sus compañeros, los profesores y el colegio”, es una de las desventajas que denota el padre Severeyn entre los eventos originados en los últimos meses por los estudiantes en los colegios marabinos. Entre otras cosas, “utilizar esos medios para tomar fotos indebidas, composiciones falsas, e incluso difamar a otros”.
Asegura María Mercedes Fiascaro, psicólogo de Los Apamates, que los alumnos “suelen descalificarse. Se distraen en clases con el uso del celular y no prestan atención al contenido (…) hay bullying escolar, se excluyen y hacen comentarios de los profesores, o entre ellos mismos se fastidian, por lo que “si no hay una buena orientación, hay un mal uso, ya que los links te pueden llevar a cualquier parte. Allí hay información que no todos están preparados para recibir”, aseveró.
En primaria las maestras recomiendan a los representantes no dejar que los niños lleven teléfonos inteligentes o tabletas dado que las instituciones no cubren los gastos, y porque “no favorecen el intercambio de comunicaciones entre los alumnos”, además de conseguir que se “aíslen de todo”, expresó Fiascaro. “Profe, tengo sueño, me acosté a las dos”, es una de las frases que Gil suele escuchar de algunos estudiantes que llegan al colegio con sueño porque “se acuestan tarde utilizando los dispositivos. Les estamos entregando herramientas a los niños sin la orientación adecuada”, agrega.
“No tenemos el apoyo de la Zona Educativa ni del Ministerio de Educación porque están ambos a favor del alumno”. El estudiante tiene derecho a la educación, pero también tiene derecho a no impedirle la educación y la formación a sus compañeros”, explica el padre Severeyn.
En una publicación del diario Gestión de Perú en 2014, se analizó la exclusiva del Diario Financiero de Chile, donde observaron los movimientos del Congreso Latinoamericano de Partners Educativos, un evento que reunió a organizaciones dedicadas al desarrollo de material tecnológico didáctico en Brasil, México, Colombia, Argentina, Honduras, Perú, Costa Rica, Panamá y Estados Unidos.
Y más allá de considerarlo un desafío, las investigaciones de los expertos concluyeron en que el uso de las nuevas tecnologías es inminente ante una condición en la que fuera del aula hay cada vez más dispositivos de última generación. En países como Chile y Argentina, se incursiona pues, el manejo de la tecnología buscando, por ejemplo, aplicar pruebas en línea o enviar y recibir reportes de desempeño académico.
Estas tecnologías además, atacan el bullying climatizando el contexto académico con estrategias de cooperación, desarrollo socio-afectivo y manejo de conflictos. Emplea plataformas interactivas tomadas de una base de datos con más de 300 clases digitales y recolecta los análisis para determinar resultados e ir dando forma al sistema para adaptarlo al contexto. La idea es llevar el feedback al aula para no limitar a los estudiantes a solo escuchar las clases, como es habitual.
Asegura Gil, que de poder lograr condiciones aptas para innovar tecnológicamente el área educativa, “se podría reemplazar los cuadernos y que además aumentaría la calidad académica entre un 45-50%, porque se hace más competitivo, más beneficioso. Más eficiente y eficaz tanto para los docentes como para los estudiantes. Para mí un colegio soñado sería el que tenga esa tecnología, pero donde haya una supervisión completa del contenido que ellos manejen”.
“A los muchachos se les ha orientado pero también necesitamos el apoyo de los padres. Porque si nosotros les recomendamos que supervisen lo que sus hijos ven, lo que escuchan o escriben y no lo hacen, a nosotros se nos escapa de las manos”, dice Fiascaro.
Y si en algo han estado de acuerdo los servidores del sistema académico, es en que la educación en el hogar es una herramienta primordial para darle un buen uso a las nuevas tecnologías de la información y la comunicación. El colegio podría trabajar con la familia en una relación estrecha. Ambos como actores son capaces formar parte de una relación que hoy día impulsaría un ambiente académico estable desde las raíces de la cultura venezolana.
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