“En el Táchira se agotan la comida y el dinero”: testimonios

Panorama.com

A San Cristóbal se mudó la incertidumbre. La cordialidad prometió irse del Táchira hace veinte días, cuando una protesta estudiantil se salió de cauce, con la llegada de las primeras tropas del Ejército y la Guardia Nacional (GNB) al estado, el más occidental de la región andina, fronterizo con Colombia. Una zona que, según cuentan dos de sus habitantes, se está quedando sin alimentos, sin medicina y sin dinero.

Mauro Sciarra es periodista. Vive en Los Pirineos I, una zona de clase media del oeste de la capital del Táchira, encaramada en una colina. Está rodeada de zonas populares, los barrios Sucre y Libertador, y de una urbanización de clase pudiente, Pirineos Parte Alta. Padece, junto a 628 mil almas, el asedio de la ciudad.


El presidente de la República, Nicolás Maduro, anunció la militarización del estado (el pasado 20 de febrero), por la violencia desatada tras protestas estudiantiles que comenzaron en San Cristóbal el 6 de febrero. Una manifestación estudiantil en rechazo a la violación de una estudiante en terrenos universitarios encendió la mecha. 

La versión oficial cuenta que hay paramilitares e intereses políticos infiltrados en las luchas callejeras que se libran en el Táchira, tema que incluso generó roces diplomáticos con Bogotá, por las acusaciones contra el expresidente colombiano, Álvaro Uribe.

Pero, según Sciarra, no se trata solo de eso. “Hay mucho descontento hace tiempo en una zona abandonada, una ciudad olvidada como San Cristóbal”, relata. “Esta mañana hice una cola en una panadería de la urbanización: ocho panes tras cuatro horas en fila”, dice vía telefónica.

“Los supermercados abren muy temprano, para vender lo que queda en los inventarios, se hacen larguísimas colas, para comprar lo que se pueda”, agrega aclarando que “las restricciones no son nuevas hace tiempo tenemos racionamiento para comprar”.

El desabastecimiento es, según dijo el presidente Maduro el viernes, “culpa de las barricadas”.
En Cordero, a 25 minutos al norte de San Cristóbal, Maritza de Olivares coincide, sin saberlo, con Sciarra. “Aquí llegamos al punto de estar aislados. No abren los supermercados, vivimos hace poco el saqueo de un negocio de unos chinos. No hay entrada ni salida ni por las Vegas de Táriba, ni por el puente de la Trasandina, sobre el río Torbes”.

En la capital, hasta el dinero se acaba. “Aquí siempre ha habido problemas de liquidez de efectivo, porque se llevan los billetes a Cúcuta, pero ahora se ha agudizado”, revela Sciarra. Observó “largas colas en cajeros y en los bancos que trabajan a media máquina, mientras pueden tener las puertas abiertas”.

La sultana del Torbes, el río sobre cuyas orillas fue fundada San Cristóbal en 1561 por Juan de Maldonado, conocida por sus calles empinadas, su fresco clima y su gastronomía, no podrá, este año, recibir a los miles de visitantes que temperaban en ella en Carnaval. “La Guardia Nacional (GNB) está en todas partes, pero más en la avenida Ferrero Tamayo, y en la avenida ULA”, relata Sciarra.

Las imágenes de enfrentamientos y barricadas llenan las redes sociales. “Apenas tumban las barreras vuelven a levantarlas”, apunta. En la primera reunión de la Conferencia Nacional por La Paz, el presidente Maduro calculaba los bloqueos en 40, pero reportes del corresponsal en la zona del diario El Mundo, de España, los ubican en 200. “Han desarmado a efectivos de la GNB, llenan las tanquetas con pintura. Nadie cede, no hay tregua”, agrega Sciarra.

La crisis se agrava por la falta de alimentos. Olivares revela que en Cordero, “los que crían pollos y gallinas han comenzado a venderlos. Un camión con verduras que pasaba por aquí y fue bloqueado, vendió las hortalizas para evitar que se le pudrieran. Hay productos que hace tiempo no vemos: leche, margarina, mayonesa, arroz”, agrega.

Allí no tienen transporte público hace 17 días, en San Cristóbal cumplieron dos semanas. Quien debe acudir a su trabajo lo hace de las únicas dos maneras posibles de transitar: en moto o a pie. Las reservas de gasolina no se han agotado porque la circulación de los carros es poco menos que imposible, así que muchos se abstienen de sacar sus carros.

Agrega que ha habido, en medio de la crisis, vandalismo. “Saqueos, quema de un parque infantil, han puesto pegamento en los candados de negocios para que no abran. En Cordero no se ve ni un policía ni un Guardia (Nacional). Me asombra ver toda esta violencia porque tengo unos pocos años viviendo en el Táchira y aquí vive gente amable”, agrega Olivares, nacida en Cabimas.


A Sciarra, nacido, criado y quien vive en el Táchira luego de estudiar en Maracaibo y haber completado un post-grado en España, le asombra cómo se perdió la alegría. “Todo este descontento del pueblo de San Cristóbal estalló. Las protestas no son solo en Pirineos. También en 23 de Enero, en Barrio Libertador, que son zonas populares”.


Uniformada de verde aceituna, en la angustia de no saber cómo se resolverá una situación de la que, públicamente, no se ve negociación, el Táchira espera. Sin pisca, sin turistas, con poca comida, gasolina y dinero. “En las farmacias se ven las despensas vacías, faltan cosas esenciales”, dice Sciarra, agradeciendo al cielo por haber podido encontrar, en medio de la crisis, el antihipertensivo para su madre.

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