Lea este sábado: Jacinto Convit, humanidad vuelta ciencia


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“¡Quítenle las cadenas porque ése es un ser humano!”, gritó un médico residente a dos funcionarios de seguridad armados que traían, en contra de su voluntad, a un paciente a la Leprosería de Cabo Blanco, ubicada en Maiquetía, estado Vargas.


Corría el año 1938 y el médico era Jacinto Convit quien, con apenas 24 años iniciaba una cruzada contra la lepra que, por amor al enfermo, no abandonaría nunca, ni incluso hoy, a sus 98 años de vida.
De niño tenía la capacidad de sentir el padecimiento de un enfermo como propio. Fue un alumno destacado de Rómulo Gallegos. En 1987, consiguió la vacuna contra la lepra, enfermedad históricamente mutilante y estigmatizada.

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