A la Mesa de la Unidad y al pueblo merideño


Erika Polanco
Periodista



Si este artículo se llegara a publicar en algún medio de comunicación convencional, como es probable que no suceda, segura estoy que derivará en posiciones encontradas, en acusaciones, en señalamientos, en juzgamientos que a estas alturas de la realidad de mi país, con la mayor de las crudezas, debo decir que no me importan.
Quizá tenga consecuencias que quedarán en la conciencia de aquellos que pretendan exigir democracia y apliquen los mecanismos represivos y retaliativos de los peores autócratas.

Quizá genere el que quienes en el pasado vieron en mí un apoyo incondicional, una profesional a la que numerosas veces han cargado de lisonjas y floreos, por estar alineada con un pensamiento o directriz en particular, hoy se les transforme en una incómoda ciudadana a la que preferirán no saludar e incluso descalificar.

¡No me importa!.

En el pasado he dicho hasta la saciedad que uno de mis más preciados tesoros es la paz de mi conciencia, es el poder recostar mi cabeza sobre la almohada y sentir que he hecho lo suficiente por mi país como para poder dormir tranquila.

Esta vez no será la excepción.

He mantenido una postura de cara a las elecciones del próximo 26 de septiembre que no cambiará y que creo que es meritorio defender y hacer pública. ¡Reclamo unas elecciones primarias!.

¿Por qué quiero primarias?. ¿Es acaso un capricho, una necedad, de quien siente que el pueblo, que no es una simple palabra; debe expresarse y escoger a quienes lo representarán en esas elecciones del 26 de septiembre y luego en la Asamblea Nacional?.

Es probable que así sea. Es probable que me haya encaprichado con el argumento de defender hasta las últimas consecuencias la soberanía popular, el derecho de cada ciudadano que como yo, desea que se le escuche y que se respete su disidencia.

¿Cómo puedo luchar contra un régimen cuya revolución ha buscado por todos los medios aplastar mis ideas disidentes cuando apoyo el mismo mecanismo en una supuesta Mesa de la Unidad?.

¿Dónde está la democracia que pregonan y juran defender cuando a trocha y mocha pretenden imponer candidatos?.

¿Cómo puedo creer yo en supuestos acuerdos cuando en el pasado producto de esos mismos pactos acomodaticios se han perdido espacios de poder que tuvimos en la punta de los dedos?.

¿Por qué debo ceñirme a un “acuerdo nacional” que está sesgado cuando admite primarias para 8 estados y se las niega al resto del país?

Lamento a estas alturas tener que romper con lo que ha sido una política que he defendido siempre: la de lavar los trapos sucios en casa. Creo que ha sido precisamente el tratar de despercudir el sucio en muchos trapos a la sombra de la discusión interna, lo que ha generado sensaciones de unidad donde no existían.

Eso hizo que en el pasado, creyendo contribuir con mi país, con Mérida particularmente, prefiriera guardar silencio y ver la comparsa andar. Esta vez no será así, porque el tiempo, los hechos, las realidades, se han encargado de demostrarme que no hay cambios, que se siguen ejecutando acciones que hablan muy mal de muchos de los que se juran líderes de la oposición.

Mérida reclama a gritos una generación de relevo. No hay manera en que no se haya hecho sentir esta premisa, por lo que no entiendo cuál es la razón de la tajante negativa de los miembros de la Mesa de la Unidad a permitir que los merideños se expresen y que busquen esas nuevas caras entre el ramillete de gente que por primera vez se atreve a asomarse.

No puedo compartir posturas como la de mi estimado amigo Luis Montilla, quien descalificó las aspiraciones de quienes sienten que representan a la sociedad civil porque “4 ó 5 amigos los saludan en el centro de la ciudad y les dan la mano”. Como analítica del hecho sociológico y político, podría decirle que bien sabe que esa no es una premisa válida cuando de construir un candidato se trata. Puedo citarle como ejemplo el fenómeno Hugo Chávez, a quien incluso, ni siquiera 4 o 5 amigos se atrevían a saludar en la plaza y fue “creado” por las grandes estructuras mediáticas de este país.

¿Cómo puede un candidato que recién asoma su nombre y que aspira hacer conocer sus ideas “demostrar a qué sector representa, controla y arrastra electoralmente”?. ¿Acaso el que en este momento no controle y arrastre electoralmente a miles, quiere decir que no puede hacerlo el 26 de septiembre?.

Sería triste si esa fuese la realidad, porque querría decir entonces, que nuestras esperanzas no están cifradas en la capacidad de convicción que como seres humanos tenemos.

¿Acaso esos que hoy “controlan y arrastran electoralmente” a algunos, siempre tuvieron esa capacidad?. ¿Nunca fueron candidatos por primera vez y les tocó patear calles de arriba abajo convenciendo a la gente con un discurso de esperanza, de lucha, de trabajo?.

Le pongo otro ejemplo. Léster Rodríguez.

Cuando el entonces rector de la Universidad de Los Andes se asomó para decir que quería ser Gobernador, no puedo negar que me reí soterradamente en mi oficina. Juraba entonces que era una locura.

Pues resulta que usted me dirá si valió o no la pena el trabajo, el esfuerzo, el tesón, las ganas, la persistencia y sobre todo, la cara nueva y el discurso de esperanza que le llevó a miles de merideños.

Podría entonces recordarle mi querido amigo, que jugó un papel fundamental en el triunfo electoral de Léster Rodríguez la unidad partidista pese a la imposición del que fuera víctima y que fue la génesis de esta negativa no sólo mía, sino de miles de merideños, a seguir avalando las imposiciones.

Léster ganó, pero William perdió. ¿Por qué?. Porque miles de esos opositores que apoyaron a Léster y que comparten una posición ideológica contraria a la revolución, votaron en contra de William Dávila como un pase de factura por lo que estaba sucediendo.

¿Estamos entonces en posición en este momento de permitir nuevamente semejante atrocidad?. Si la permiten, sean ustedes quienes carguen eso en su conciencia.

Es preciso en este punto recordar que nos estamos jugando mucho más que una Alcaldía o que una Gobernación. Que nos estamos jugando 6 curules que pueden ser votos decisivos en una Asamblea Nacional donde se decidan temas fundamentales para la sobrevivencia de una democracia o para su decapitación final.

No se puede hablar sólo de cuantos “contrala” o “arrastra” un candidato. Tienen el deber moral de hablar también de cuantos “aleja” y “resta” cualquier aspirante.

Por ello las elecciones primarias son indispensables a fin de medir con la mayor precisión posible, qué es lo que quieren los merideños y en función de lo que decidan, trabajar incansablemente por interpretar esos requerimientos de cara al 26 de septiembre, despertando el ánimo sobre todo de aquellos que no se sienten representados en las alternativas que proponemos. Cualquier costo es poco ante lo que se puede perder de no concretarse un triunfo.

Como punto final debo señalar que muchos de los candidatos que incluso se postulan dentro de la mesa de la unidad, no cuentan en este momento tampoco con un respaldo electoral sólido, con votos reales y el arrastre que citábamos; y refiero esto como último punto para pedir respeto por cada elector.

Nosotros “no controlamos a nadie”. Los votos son de cada quien y hacen con ellos lo que mejor les parece, sino, revisemos las elecciones de Gobernador. Ciertamente son miles los que se aferran a la esperanza de una candidatura que consideran la ungida por la UNIDAD pero a pesar de ello, son miles también los que hacen la diferencia y que aún no han sido conquistados porque no ven en esta acera algo distinto a lo que rechazan. En nuestras manos está que así sea.

Comentarios