La crisis hospitalaria: Una crónica anunciada


ARTICULO DE OPINION



Carlos Guillermo Cárdenas D.



Con creces, el Hospital Universitario de Los Andes sigue siendo el centro hospitalario más importante del occidente del país. Asentado en una estructura insuficiente y precaria por la falta de mantenimiento, los espacios físicos resultaron pequeños para la creciente demanda de pacientes provenientes del occidente y centro occidente de la república.
Cuando se planificó la construcción, hace más de cuatro décadas, la ciudad de Mérida sobrepasaba escasamente los ciento cincuenta mil pobladores, y el estado los trescientos mil. Actualmente las cifras anteriores se han triplicado, la inversión en planta física hospitalaria es casi inexistente y la descapitalización de personal médico de las unidades ha golpeado de manera drástica el desenvolvimiento y la capacidad de respuesta a la demanda de pacientes de toda la región.
El crecimiento del hospital ha sido fundamentalmente hacia sus espacios internos, se han ocupados áreas de circulación para ambientes administrativos y de servicio, se han sustituido unos ambientes por otros, y salvo la inversión importante ejecutada en el área de las emergencias y la apertura de Trauma Shock, no ha habido una planificación sostenida sobre bases sólidas que permitan una atención eficiente en lo asistencial y académico.
El edificio de cardiología, construido en más del 85%, tiene paralizado tres años, se instalaron los ascensores, de primera calidad y de tecnología moderna, pero allí están abandonados a la intemperie.

La desatención de los hospitales de El Vigía, Tucanis, Tovar, Mucuchíes, así como la falta de respuesta adecuada y oportuna para la demanda en salud en los Centros Diagnósticos Integrales ha recargado inconvenientemente al hospital universitario de patologías que podrían resolverse en aquellos centros. El doctor José Campagnaro, jefe del Servicio de Traumatología y Ortopedia, informaba que un promedio de seis pacientes diarios y cuarenta el fin de semana ingresan a la emergencia por traumatismos de distinta naturaleza.
Las prótesis para resolver estos casos, traídas de Europa de calidad en cuanto a material, ya el hospital o el Ministerio de Salud no los aporta, de manera que desde hace semanas están realizando sólo cirugía traumatológica de emergencia. En el Instituto de Cardiología, desde hace también semanas, muchas, sólo si el paciente adquiere los insumos o compra los materiales se le puede realizar una angioplastía o dilatación coronaria en caso de infarto de miocardio.
Los seis equipos de rayos X del Servicio de Radiodiagnóstico siguen sin repararse, sólo funciona uno con imágenes de muy mala calidad. El resonador magnético nunca entró en funcionamiento, y el tomógrafo hasta hace unos días no grababa imágenes.

El director del hospital universitario, doctor Alexis Rosas Castillo, ha expresado de manera contundente que los recursos aportados para el funcionamiento son insuficientes. Salvo un aporte presupuestario extraordinario para lo que resta del año, el hospital colapsará en su capacidad de atención de pacientes.
Al presidente del Consejo Legislativo Regional, una comisión del Instituto de Cardiología le planteó la situación; se comprometió a convocar una reunión de evaluación con la directiva del hospital y los jefes de servicio.

La pregunta que nos hacemos en el hospital, qué sucede con el presupuesto para el sector salud. Por qué se le niegan recursos a un sector primario de tanta importancia como la salud del pueblo. Por qué tanta desidia en la gestión para resolver y superar esta situación que pareciera agravarse con el tiempo.
Por qué si disponemos de dos mil doscientos millones de dólares para adquirir material bélico de guerra, los hospitales de Venezuela están en tan pésimas condiciones.

Concluyo con las palabras de una paciente hace días: ”Diosito, quisiera que el presidente en lugar de tanques y fusiles anunciara al país que comprará camas para el hospital, equipos y medicinas”.

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