Hace 149 años nació el Médico de los Pobres



JUDITH VEGA 
 FOTO ARCHIVO 

**** Venezolanos esperan santificación de José Gregorio Hernández

Como cualquier pueblo de provincia, Isnotú, en Trujillo, era a finales del siglo IXX y principios del XX, un sencillo caserío, al que El Creador le tenía reservado un futuro prominente y famoso por ser la cuna de un gran hombre: José Gregorio Hernández, quien nació el 26 de octubre de 1864, hace exactamente 149 años.

Fue el primer hijo de Benigno María Hernández Manzaneda y Josefa Antonia Cisneros Mansilla, quienes tuvieron cinco hijos más. La posición social y económica de la familia era reconocida porque el jefe era comerciante, lo que le permitió enviar a Trujillo al joven José Gregorio para que estudiara el bachillerato, pues en su lar natal sólo existían las escuelas primarias, etapa en la que se distinguió por su inteligencia y buen comportamiento.

En principio, José Gregorio deseaba estudiar Derecho, pero su padre le pidió que cursara estudios de Medicina y así lo hizo. El 28 de junio de 1888 recibe, en la Universidad Central de Venezuela (UCV), orgulloso y con la mayor humildad el título profesional y dado su excelente desempeño estudiantil, el Gobierno Nacional le otorga una beca para cursar estudios en París. En el viejo continente, se adentra en investigaciones de Histología, Microbiología, Patología, Bacteriología y Fisiología Experimental.

Luego se traslada a Berlín donde amplía sus estudios de Histología, Anatomía Patológica y Bacteriología, al término de los cuales regresa a Venezuela con la intención de ingresar como profesor en la UCV. Dota al Hospital Vargas, en Caracas, de modernos equipos médicos, entre ellos el primer microscopio que se utilizó en el país. Forma parte del personal docente de la cátedra de Anatomía Patológica y funda la de Bacteriología, la primera en América, siendo el primer investigador en publicar el trabajo Elementos de Bacteriología. Hablaba inglés, francés, portugués, alemán e italiano y dominaba el latín. También era filósofo y músico. Aun cuando su carrera docente y profesional era exitosa y reconocida, José Gregorio consideraba que su vida no sólo estaba dedicada a servirle a los demás, sino también a Dios. 

Ingresa en abril de 1908, al monasterio de la Orden de San Bruno en La Cartuja de Farneta, en la que permanece unos nueve meses. 

Posteriormente, se integra a las actividades del Seminario Santa Rosa de Lima. Luego de tres años, viaja a Roma y se incorpora a los cursos de Teología en el Pontificio Colegio Pio Latinoamericano, pero su estado de salud es delicado y sus pulmones se afectaron, situación que ameritó su regreso al suelo patrio. 

Sin embargo, José Gregorio no se resignó y se formó como franciscano seglar en la Orden Franciscana Seglar de Venezuela (OFS). Trabajó en la fraternidad de la Merced, Caracas y en la Iglesia Nuestra Señora de la Merced de los Frailes Capuchinos, donde, de acuerdo a distintas bibliografías, “vivió el Evangelio como San Francisco de Asís y lo hizo suyo”.

José Gregorio dedicó sus días a los enfermos, a quienes visitaba diariamente en sus casas y los atendía con esmero, preocupación y dedicación. El domingo 29 de junio de 1919, José Gregorio Hernández fue a misa y luego a visitar los vecinos enfermos en el sector La Pastora, Caracas. Una anciana, fue su última paciente, quien no tenía dinero para comprar las medicinas y el médico decidió ir a la farmacia. 

Cuando salió de allí, en la esquina de Amadores y Uparal, fue arrollado. Un vehículo Ford, modelo T 1918, conducido por Fernando Bustamante, golpeó al transeúnte y lo lanzó contra un poste telefónico. Al caer, José Gregorio se lesionó la cabeza con la orilla de la acera. Durante las investigaciones, Bustamante declaró: “Yo entonces detuve el auto a ver si se había parado, pero lo vi en el suelo y reconocí al Dr. José Gregorio Hernández, y como éramos amigos y tenía empeñada mi gratitud para con él por servicios profesionales que gratuitamente me había prestado con toda su solicitud, me lancé del auto y lo recogí ayudado por una persona desconocida para mí.

Le conduje dentro del auto y entonces en interés de prestarle los auxilios necesarios le llevé tan ligeramente como pude al Hospital Vargas, hable con el policía de guardia y le explique lo que había sucedido. 

Rápidamente se acercó un interno y entre todos llevamos al doctor adentro; como en ese momento no había ningún médico en el hospital me fui a buscar al Dr. Luis Razetti, encontrándole en su casa. Al llegar al hospital un sacerdote que venía saliendo nos dijo que ya el Dr. José Gregorio Hernández había muerto.

” El hecho causó conmoción en la ciudad capital y el pueblo exclamó al unísono: ¡Ha muerto un santo! Los familiares pretendían velarlo en una casa, de Tienda Honda a Puente Trinidad, pero las autoridades universitarias los convencieron de hacerlo en el Paraninfo de la UCV, por donde desfilaron miles de personas para despedirlo y rendirle tributo.

Sus restos reposan en la Iglesia de la Virgen de la Candelaria, fundada por ciudadanos canarios, en homenaje a su patrona. El Santo de los Pobres, como se le conoce, fue reconocido por El Vaticano, como Venerable, en 1985, como paso previo a su santificación.

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