Caracas cumple 446 años y clama por planificación

Caracas tiene buen lejos. Basta contemplarla desde el mirador de la Cota Mil, Valle Arriba o cualquiera de las barriadas para disfrutar de la belleza, el verdor y la obsesión por la modernidad.

El Ávila, el paisaje más apreciado, impide cualquier imperfección en el retrato; sin embargo, de tanto verlo la ciudad ha dejado de verse a sí misma. De cerca, la capital luce descuidada, parece una mujer abandonada, a la que pocos entienden y muchos critican, publica

El Nacional.
José Luis Ávila jlavila@el-nacional.com

“La primera pobreza que se hizo patente en Caracas fue la ausencia del hábito de cultivar belleza. Fue la primera baja. Y por belleza también podemos entender recato, decencia.

Todo lo demás llegó por añadidura. Allí pudo haber comenzado nuestro fin: este pobre país con petróleo terminó por respetar sólo el dinero. Es el único elemento de éxito que sabe reconocer”, escribió recientemente Héctor Torres, autor del libro de crónicas Caracas muerde.

El dinero transformó Caracas. Primero fue el Ilustre Americano, Antonio Guzmán Blanco, que trató de convertirla en París, con largas calles, bulevares y fuentes.

 El Calvario y el Teatro Municipal son dos de las obras representativas de aquel período. Luego llegó la modernidad con el petróleo y el ingenio del arquitecto Carlos Raúl Villanueva. El Silencio y la Ciudad Universitaria marcaron el signo de la nueva ciudad. La política del concreto armado del dictador Marcos Pérez Jiménez le cambió el rostro para siempre.

La Rinconada, las torres de El Silencio, el teleférico, el hotel Humboldt y las autopistas nos pusieron en el mapa del mundo. Todavía hay quienes desconocen que Caracas es un destino para el turismo de arquitectura.

“En 1951 pasamos del paradigma francés al estadounidense, y de allí no hemos salido”, expresa el arquitecto Enrique Larrañaga. De ver tanto hacia el Norte, la ciudad se llenó de carros, distribuidores, rascacielos, quintas y ranchos. 

En ese modelo de urbanismo radica el secreto del porqué Caracas luce cómo luce. Una ciudad-parche urbanizada en el plano de las quebradas. “De la idea de vecindad emerge el desprecio por el espacio público porque no es de nadie”, agrega.

Comunidad y política. Caracas hoy es la foto de sus habitantes. El país que fue capaz de construir la Universidad Central de Venezuela, Patrimonio de la Humanidad, estaciones de Metro llenas de arte y el teatro Teresa Carreño es el mismo de las obras de la Misión Vivienda Venezuela, llenas de improvisaciones, reconocidas por el propio ministro Farruco Sesto en declaraciones a El Nacional.

Los problemas asociados con las lluvias, las viviendas, los motorizados, el tránsito y la falta de sitios públicos tienen que ver con la falta de planificación y la ingobernabilidad que padece la capital. “El drama de Caracas es Antonio Ledezma. Un alcalde mayor que no tiene atribuciones. Mientras no se resuelva la creación de un gobierno para la ciudad seguiremos como estamos”, expresa Leopoldo Provenzali, primer secretario de Planificación Urbana que tuvo la Alcaldía Metropolitana (2001-2004).

“Tenemos que repensar el modelo de municipalización para que las soluciones sean mucho más factibles. Venezuela tiene 333 municipios, pero Francia tiene 36.000”, afirma Luis Manuel Aguana, ex gerente de Tecnología del Metro de Caracas y miembro del Consejo de Ciudad de El Nacional.

Hannia Gómez, creadora de Fundamemoria, sostiene que la banalidad caracteriza la gestión municipal en Caracas. “Salvo algunas excepciones, la mayoría de los alcaldes tiene buenas intenciones, pero desconocen cómo intervenir la ciudad. La agenda política guía sus actuaciones y no vemos las soluciones y medidas que esperamos. Lo peor es que no admiten las críticas constructivas que les hacemos. La ciudad tiene que estar en manos de los que saben”.

Caracas en el espejo. La ciudad se mete en la vida. Muchas veces conspira contra ella, la limita o la mejora, la estimula o la derrota. Los caraqueños esperan a un alcalde que les solucione los problemas, pero ellos no toman parte de la solución. “El dilema es cómo lograr que la ciudad sea de los ciudadanos, pero si la gente no se moviliza en función de sus propios problemas, no hay salida. El cambio es cultural”, sentencia Provenzali.

Lo cierto es que Caracas tiene todas las posibilidades. Su ubicación geográfica y clima son privilegios para reimpulsarla. Ver Caracas hoy es también ver su pasado. “La ciudad está mal y lo mejor es que todos estamos claros en eso”, sostiene Larrañaga.

Un museo dentro de una ciudad/ CARMEN VICTORIA MÉNDEZ
Caracas posee más de 400 obras de arte público en sus calles, plazas y avenidas, según un inventario realizado por la Fundación Mediarum en 2010. Se trata de uno de los patrimonios artísticos urbanos más ricos del continente, pero también uno de los más descuidados y menos valorados por sus habitantes.

Este acervo visual lo integran mayormente obras monumentales como las esculturas cinéticas de Jesús Soto que solían dar vida a Chacaito, y que actualmente se encuentran en estado de deterioro. 

Hay también propuestas más clásicas,  como “Las tres gracias”, del artista italiano Pietro Ceccerelli, recientemente restaurada.

 Es frecuente ver murales como “Jardín lumínico” de Patricia Van Dalen, creado en 2005 para la Autopista del Este, o “Conductores de un país”, de Pedro León Zapata, ubicado en la UCV, que ha perdido varios de los mosaicos que lo integran.


Las obras de arte no son patrimonio exclusivo del casco histórico ni del Este de la Ciudad. En Catia hay esculturas de Rafael Barrios e intervenciones urbanas de Juvenal Ravelo.

En los últimos años, las creaciones más formales de arte público han comenzado a compartir su espacio con grafittis y murales de corte político, que en su mayoría han sido realizados por encargo del Estado a los colectivos de artistas urbanos.

Esta estética se ha convertido en una suerte de canon oficial, hasta el punto de ser incluida en el pabellón venezolano presente en la Bienal de Venecia.

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