Presión social lleva a Maduro a ir tras guisos en el Gobierno

Ya la brújula de los insultos y las conspiraciones imaginarias no apunta a un norte preciso en aguas revueltas por corrientes de cambio; ya no surten efecto las largas cadenas, las canciones ni los disfraces para parecerse a Hugo, Fidel o Stalin, publica 

La Verdad.
Por Luis Pérez Portillo / Maracaibo / lperez@laverdad.com

“El cielo encapotado anuncia tempestad” reza la primera frase del himno a Ezequiel Zamora que tanto le gustaba cantar al difunto presidente Hugo Chávez, pero al son de los tiempos actuales ya no son los oligarcas sino los revolucionarios quienes parecen temblar ante los nubarrones que se ciernen sobre la incipiente gestión de Nicolás Maduro.

En solo dos meses de gobierno formal (más 10 de ñapa) el nuevo capitán de la revolución parece ir al garete en un navío sin provisiones, plagado de goteras y con una tripulación al borde de un motín.

El cuestionamiento de la oposición a su legitimidad de origen, la devaluación de la moneda, caída de la producción petrolera, inflación galopante, escasez de alimentos básicos, protestas de calle, paro universitario, epidemias de H1N1, paludismo y escandalosas grabaciones que comprometen la honestidad de la cúpula gubernamental, forman parte del espeso temporal que amenaza con hundir el barco “rojo, rojito” mientras reman con desazón hacia unos comicios municipales que palidecen en una orilla a seis meses de distancia.

La posibilidad de endosar semejante descalabro a la gestión anterior es menos que impensable ya que equivaldría a escupir sobre la cara del propio padre que le dio la vida política y lanzar al retrete el respaldo popular de quienes aún se aferran al recuerdo de su “comandante eterno” y añoran días pasados de verdadero liderazgo.

Ya la brújula de los insultos y las conspiraciones imaginarias no apunta a un norte preciso en aguas revueltas por corrientes de cambio; ya no surten efecto las largas cadenas, las canciones ni los disfraces para parecerse a Hugo, Fidel o Stalin; ya no consuelan los cuentos de marchitos marineros que deliran bajo el sol del Caribe.

 Sólo la acción decidida y el diálogo pueden, sino evitar, al menos posponer lo inexorable.
El llamado combate a la corrupción anunciado por Maduro no es producto de una decisión certera sino la consecuencia de un tsunami que lo empujó irremediablemente a tomar algún tipo de acción que denotase firmeza, pero hasta ahora los peces pequeños atrapados en la red no sacian el hambre de resultados que crece con voracidad; incluso la propia tropa revolucionaria comienza a preguntarse dónde están “los peces gordos” responsables de los desmanes del Seniat y el Indepabis, los mismos que salieran a relucir en el canto de un sireno de barba blanca y ojos claros.

La tempestad apenas comienza, así que bajen las velas, arrojen anclas y salgan de cubierta los que no quieran rodar por la borda.

Es lo mismo
La posibilidad de endosar semejante descalabro a la gestión anterior es menos que impensable ya que equivaldría a escupir sobre la cara del propio padre que le dio la vida política

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