CRÓNICA// El arquitecto de la piedra


Mawampy Bonillo / panored@panodi.com

Inspirado en sus creencias católicas un buen día Juan Félix Sánchez comenzó a intervenir artísticamente el ya hermoso paisaje del páramo merideño. Creó la Capilla de Piedra, en San Rafael de Mucuchíes. En 1993 la obra fue declarada Monumento Histórico Nacional . Con 60 años de haberse construido, hoy sucumbe en el abandono por la falta de mantenimiento.
Aleida del Carmen Duarte Briceño, una niña de mejillas tostadas, declama entre los arcos pétreos de la fachada en la Iglesia de Piedra de San Rafael de Mucuchíes, en Mérida, el breve relato del creador de esta obra.

Sus breves palabras transmiten la información necesaria —como cada placa expuesta en el lugar— para aplaudir o rendirle una oración a Juan Félix Sánchez, “el arquitecto de la piedra”.
Con su canto risueño y sonrisa tímida, Aleida da los buenos días y suelta: “El señor Juan Félix Sánchez, el arquitecto del páramo, con sus manos laboriosas, levantó dos capillas:

una en El Tisure y la otra en San Rafael, para que ustedes, los visitantes, tuvieran un lindo recuerdo de él. Incluso, han sido escenarios para grabaciones de telenovelas y fotografías de películas... Y por ahí la encontrarán, por la carretera Trasandina: Una linda capillita de piedra que nunca la olvidarán”.

Aunque la andinita narra el cuento corto para ahorrarse tiempo y atender rápidamente a otros turistas, no se puede pasa por alto que Juan Félix también fue titiritero, mago, pintor, escultor, ingeniero empírico, escritor, declamador y; como buen andino, agricultor y arriero.

Muy jocoso y ocurrente para hablar, y más aún para responder “preguntas necias”. Era un artista integral, un creador contemporáneo que intervino con su arte el ya tan hermoso páramo merideño.

Doctor honoris causa en Arte (Universidad de Los Andes) y Premio Nacional de Artes Plásticas 1989, Juan Félix nació el 16 de mayo de 1900, en San Rafael de Mucuchíes, municipio Rangel, la población más alta del páramo de Mérida, y de Venezuela, a unos tres mil metros sobre el nivel del mar. Vivió casi 97 años, hasta el 18 de abril del 1997.

Estuvo en Maracaibo a sus 17 años, donde trabajó como ayudante panadero; también conoció Caracas, pero siempre regresaba a su pueblo natal, hasta el año 1943 cuando, tras la muerte de su madre, se internó en el Filo de El Tisure, un páramo inhóspito heredado de su padre.

Esas montañas, adentradas seis horas, en bestia, hacia la sierra norte de Mérida, son precisamente la locación que despertó el máximo genio creador del artista, también conocido como “el señor de los páramos”. He ahí su gran trabajo, su vida, su devoción… Todo encajado en una majestuosa obra, inimitable.


“Lo que mucha gente no sabe es que para conocer la obra y la vida de Juan Félix Sánchez tiene uno que trasladarse hasta El Tisure, que es donde está La Obra: las tres capillas y el calvario, un pesebre que narra desde que nació Cristo, donde lo crucificaron, lo sepultaron y hasta que resucitó.

Todo en una obra”, destaca Luis Alberto Balza, quien vivió y compartió parte de su juventud con ‘el arquitecto de la piedra’.

Ese legado descrito por Luis es el conjunto arquitectónico en el valle de El Tisure, el mismo que en 1993 fue declarado Monumento Histórico Nacional y hoy sucumbe ante la falta de mantenimiento.

Todo comenzó el lunes 11 de septiembre de 1952, mientras Juan Félix yacía sentado en el Filo de aquel páramo —el mismo día en que se conmemoraban tres siglos de la aparición de la virgen de Coromoto— y, sin más, decidió oportuno colocar allí “una crucecita y una imagen de la Virgen”, como homenaje a la patrona de Venezuela.

La experiencia, descrita por él mismo en varias entrevistas para documentales en su honor, resume: “A lo que hice el avisito para la gruta me dije, ‘aquí voy a hacer una capillita, si Dios me da vida’. Al día siguiente comencé a hacer el plano para la capilla, no el plano de papel, sino la aplanada de tierra, y la idea de la capilla la tenía yo en la cabeza, de ‘ahí’ yo me imaginaba cómo todo eso iba a ser”.

Doce años más tarde haría la más amplia de sus obras arquitectónicas, la Capilla Grande, que dedicó a José Gregorio Hernández, “cuando él cumplió 100 años de haber nacido”.

La motivación de estas construcciones: simples ideas que venían a su mente. El argumento: Dios, honrar la naturaleza como su obra perfecta. Las personificaciones: “al doctor José Gregorio Hernández, que no es santo pero, sí es un siervo de Dios y es paisano de nosotros, venezolano; lo mismo que es la Virgen de Coromoto, que es la Patrona de Venezuela”… Y alrededor de ellos, el jardín glorioso impregnado de las escenas de Jesús de Nazaret, su vida y pasión, muerte y resurrección.

Para Juan Félix la composición en El Tisure significó más que arte, precisa nuevamente Luis, “ése era un santuario para él, hasta que alguien lo descubrió y empezó la trayectoria”, el descubrimiento y reconocimiento público del artista, que no fue ciertamente por sus creaciones pétreas, sino por sus peculiares cobijas tejidas.

El urbanismo de “El Potrero”, como se llamó la finca de Sánchez en El Tisure, se trata de una simple pero compleja obra, por los materiales y por su concepto creativo, respectivamente, aunque sin mucho adorno semiótico al respecto, sencillo como su creador.

 Al fin y al cabo, tal como él respondía cuando le preguntaban quién había hecho la capilla: ‘la hice yo, pues si hubiera estado usted, usted mismo la hubiera hecho y hasta le hubiera quedado mejor’, rememora su amigo.

La turística Iglesia de Piedra de San Rafael de Mucuchíes, construida en 1983; sin embargo, es tan solo una réplica de la Capilla Grande de José Gregorio, en El Tisure; “un testimonio de amistad”, como el mismo artista especifica en la placa a un costado del busto, donde comienza la estructura arquitectónica, anexado luego, en 1992.

“Por qué la hice, porque es idea mía (…) Porque al lado de mi casa, donde ahora está la capillita, eso medio oí que las autoridades se querían coger aquel pedacito de tierra —porque como es donde está la ‘boca-calle’ del pueblito— para poner un parquecito, un jardín o un busto… eso. Entonces dije, ‘no señor, esa tierrita me pertenece, ¿y sabe lo que voy a hacer? Voy a hacer una capilla’, y la hice con la ayuda de Dios y la Virgen. Pero no quería que fuese tampoco de construcción moderna, de bloque, sino pura piedra, me costara lo que me costara…”.

La piedra era ese elemento particular de la naturaleza por el que “el señor de los páramos” sentía gran admiración y ante ello filosofaba: “La piedra se ha de escoger, es decir, el puesto que exige la piedra. Al ponerlas ellas van diciendo su lugar (…) Hay piedras bonitas, que son especiales para ciertas cosas. Y hay piedras que son feas, que no les hacemos caso, y esas son otras, tienen su puesto y son útiles así sean feas”.

Y en ese devenir, de su relación tan personal con las rocas, el artista siempre se topaba con cientos de ellas, formaciones naturales, minas… Como la de mármol que halló en medio del páramo El Tisure, y con la cual vistió el altar de la Capilla Grande.

O también la inmensa formación que “conoció” en un viaje, atravesando la montaña hasta Torondoy (Sur del Lago), “es pura piedra blanca y de allá la traje” para la construcción de la Capilla de Piedra de San Rafael de Mucuchíes, que originalmente lleva por nombre ‘Capilla de Piedra Nuestra Señora de Coromoto”.

Junto a esas rocas blancas, perfectamente colocadas, relucen igualmente las traídas de más cerquita, desde otra mina que consiguió en Piñango, un pequeño pueblito vecino, a un lado del Collado del Cóndor (Pico El Águila).

Y para que no quede duda del baluarte de una roca, en defensa de sus eternas amigas también acuña: “Todo lo ha creado Dios ¿Y por qué vamos a hacer una iglesia de oro? El oro es de Él y las piedras son de Él (…) y miran a las rocas como más bajo. El oro vale tantísimo, y un Cristo de piedra no vale tanto, siendo todo de Dios”.

El cuerpo de Juan Félix Sánchez Sánchez se encuentra sepultado, junto con el de su compañera de vida, María Epifana del Carmen Gil Dávila, en el altar de la Capilla de Piedra ubicada en San Rafael de Mucuchíes.

La casa natal del artista, detrás de la pequeña iglesia, de 16 metros de construcción, también está abierta gratuitamente al público como un museo que exhibe otras obras del virtuoso: algunas tallas en madera y cobijas. Se aprecia su cama y su auténtico telar de tres lizos y tres pedales, junto a otros objetos personales, condecoraciones y premios recibidos en vida, además de información de su biografía y hermosísimas fotos de él y Epifanía.

Comentarios