Concepción – Chile: Crónica de un terremoto

Enlace Vial La Costanera, Concepción. Foto: Victor Urtubia




Lo primero que se nos vino a la cabeza, era el fin del mundo; los perros de las casas aullaban, el cielo cambiaba constantemente de color y las estrellas parecían caer.

Como todos ya lo saben, a las 3:35 de la madrugada del día sábado 27 de febrero, todo el centro sur de Chile fue afectado por un terremoto de 8,8 grados en la escala de Richter, siendo el segundo más fuerte de la historia del país después de los 9,5 que sufrió Valdivia en el año 1960, cosa que me contaron mis padres y abuelos.

Muchos de los chilenos ya dormían a esa hora, otros no dormían, ya que era hora de fiestas donde muchos jóvenes y adultos asistían a pubs y discotecas.

La sensación desde un comienzo fue diversa, antes del temblor un fuerte viento cálido, mientras temblaba, lo primero que se nos vino a la cabeza que era el fin del mundo, ya que no sólo se movía el piso, el cielo estaba multicolor cambiando de diversos colores: blanco, celeste, rojo, amarillo, entre otros y las estrellas parecían caer.

El terremoto me encontró en la casa, cosa que es de extrañar que un joven de 27 años, con un mundo que conquistar, haya decidido quedarse en casa un día viernes en la noche y verano.

Al empezar el terremoto en cuestión de segundos se fue la energía eléctrica quedándonos sin iluminación. Muchas de las personas se quedaron en los lugares donde estaban, sin buscar resguardo, ya que todo comenzó como un sismo normal, como uno de los muchos que vivimos siempre los chilenos. Pasados los 30 segundos aproximadamente, la intensidad del movimiento aumentó llegando a los niveles que después se conoció; salimos de nuestros hogares como precaución a que se nos cayera el techo de las casas, ya en la calle se escucharon gritos, rezos, y lo más impresionante era el ruido ensordecedor del rugir de la tierra, sentir las ondas del pavimento en los pies, ver los postes y las líneas eléctricas caer, era como dejar caer un lápiz al suelo.

El terremoto no te permite descansar, siempre hay réplicas, es como si siguiera latente cada 10 minutos. Nuestra mayor preocupación era la seguridad de la familia y vecinos, del agua, de los alimentos y cuidarse del vandalismo que se observa en las calles; el cansancio es físico y mental pero tenemos vida, que es lo más importante.

Cerca de nuestros hogares, por la Avenida Pedro de Valdivia, saquearon tres supermercados; obviamente antes de que se contara con la acción de los militares, pero es de resaltar que no es culpa de los carabineros; dos policías no podían hacer nada en contra de centenares de personas.

La gente se apoderó de cajas de alimentos no perecibles, lo que igual se justifica si tienes una familia con niños y necesitas sobrevivir. Lo que encuentro insólito es que muchos saquearon elementos que ni siquiera podían utilizar, gente robaba plasmas y LCDS cuando ni siquiera tenía electricidad, hasta unos sujetos se robaban máquinas de spinning; lo que no pudieron robar, lo quemaban.

Los celulares y teléfonos quedaron inmediatamente sin señal, sólo sabíamos de lo que sucedía por los radios de batería, que todos los chilenos hemos aprendido a tener por nuestra experiencia sísmica; gracias a ellos podíamos escuchar todas las noticias sobre el terremoto y las zonas afectadas. En un comienzo, con mucha confusión.

Ese sábado el amanecer fue distinto, amaneció cerca de las 7:30 de la mañana, es decir, amaneció una hora más tarde de lo normal; esta situación se debió a que la ciudad estaba cubierta por nubes de tierra y humo.

Principalmente a través de las radios nos comenzamos a enterar de que el mar se había recogido en las costas de varias ciudades y después nos enteramos que había poblados que ya no existían: Talcahuano, Dichato, Penco, Arauco, casi todos de la Octava Región, la de Concepción han sido borradas del mapa. Acá es verano y muchas de estas personas estaban en esos sectores de vacaciones.

Hemos aprendido a ducharnos con litro y medio de agua, luego de dos días sin agua, ésta comenzó a llegar lentamente; fue en estos momentos tan terribles que valoré y entendí realmente el significado del “preciado líquido”, el agua. El martes volvió la luz.

Nos hemos tenido que cohesionar con los vecinos, y nos reunimos diariamente para programar el día y la seguridad de nuestros hogares; para esto tuvimos que establecer barricadas en las entradas de la calle y coordinar turnos de guardia.

Estamos conectados con las demás calles del sector y desde hace días se escuchan balazos todas las noches.

Sólo resta programarnos diariamente para restablecer el orden y la tranquilidad que todos los chilenos queremos.

Colaboradora Mérida Digital
Maite Briceño CNP 15.994
Fuente: Psicólogo Víctor Miguel Urtubia Irribarra
Concepción- Chile

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