La crónica menor - MERIDA S.O.S.

Mons. Baltazar Enrique Porras Cardozo

El aeropuerto de Mérida tiene, al parecer, sus días contados. Razones desconocidas decretan su muerte en una agonía que se alarga para que nos acostumbremos a una nueva realidad inexorable Se aduce que por medidas de seguridad el aeródromo debe desaparecer. Lo curioso es que no ha habido ni una información ni un diálogo serio que infiera que la medida obedece a la defensa de la vida de los usuarios y al mejor desenvolvimiento de la ciudad.

Todo da pie a rumores que rondan por doquier, sobre posibles planes de desarrollo urbanístico en el que, claro está, habrá contratos jugosos para algunos allegados.

En Mérida hay talento y ciencia para hacer un análisis exhaustivo del tema. Porqué se retiran las líneas aéreas de Mérida y la que presta su servicio no llena las expectativas. Hasta donde es responsabilidad de ellas. Por otra parte, las autoridades regionales afirman que sólo tienen ingerencia en el manejo de las infraestructuras del aeropuerto. Por cierto, el módulo que está en construcción desde tiempo inmemorial merece un premio arquitectónico a la fealdad, pues rompe con la arquitectura del edificio y con las hermosas obras cinéticas.

Las medidas del INAC, restringiendo las rutas del páramo, exclusivamente para los vuelos comerciales; reduciendo el número de pasajeros y maletas por avión, no resiste el más elemental análisis técnico. Las multas y controles sobrepasan el celo normal para unas autoridades cuya razón de ser es garantizar y promover más y mejor el tráfico aéreo.

Es un calvario viajar desde o para Mérida. Los destinos han sido reducidos a Maiquetía. Si se tiene conexión con el exterior, el drama es mayor. No puede llevarse sino una maleta, sin sobrepeso así pague, con el peligro de penalizar al pasajero dejándole el equipaje para otro vuelo, o a la línea, por no acatar las normas que se cuidan con celo policial.

El aeropuerto de El Vigía es alterno pero no sustitutivo del Alberto Carnevali. Afirmar que está muy cerca, a menos de una hora, es una ilusión. El costo y tiempo de horas hombre se incrementa con las consecuencias lógicas en el orden económico, del funcionamiento de las instituciones y de la salud integral de los usuarios.

Además, Mérida es una ciudad muy vulnerable de quedar incomunicada. Sus vías de acceso terrestre colapsan por los eventos de la naturaleza y por la obsolescencia de la carretera Trasandina.

Aducir la peligrosidad de estar situada entre montañas y la longitud de la pista, indica, a primera vista miopía o incapacidad. Si se aplicara a las ciudades de las mismas características en el mundo habría que cerrar la mayor parte de los aeropuertos situados en la Cordillera Andina, de los Alpes, los Urales y todas las cadenas montañosas de Asia.

Las autoridades regionales deben ser más preactivas en que este problema se clarifique. Las instituciones y gremios deben reclamar con mayor fuerza el que se analice públicamente la situación. Es un deber ético, humano, más que económico, el que nos hace alzar nuestra voz en la defensa del patrimonio común de los merideños para que el bienestar integral no se nos arranque sin razones suficientes. Dios quiera que la sensatez, el diálogo y la tecnología aparezcan juntas para el bien de todos los que vivimos o quieren venir a Mérida.

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